LA MUNIFICENCIA DEL TIEMPO.

 




Con el final del verano, regresan las horas perdidas. El tiempo, como un viejo amigo que aguarda la gracia de mi perdón, me contempla abatido, con sus ojos esquivos, consciente de la transgresión que ha cometido. Ahora, la parsimonia de las tardes se extiende más breve,  pero más ricas en provecho.

—No te había abandonado, nunca lo haría —murmura el tiempo entre dientes.

No queda otra opción. Asiento y le arropo entre mis brazos.

No te mortifiques — le sosiego—, me estoy  acostumbrando.

Comentarios

Entradas populares