La realidad intangible
Estaba pensando y se me ocurrió que la vida parece corta, pero no lo es en absoluto. Lo que sucede es que pensamos que solo hay un único espacio y un único tiempo, el físico y lineal, el que miden los relojes y los calendarios. Sin embargo, hay mucho más: existe el espacio-tiempo de los sueños, el de lo imaginado, el de lo razonado, el pensado, el observado, el olido, el escrito, el sentido, el llorado...
El inconveniente es que no vivimos todas estas dimensiones igual. No las
recordamos de forma holística, ni las valoramos con justicia, ni les otorgamos
su debido reconocimiento. Más bien, creemos que el espacio-tiempo físico, el
percibido, es el único que importa. Pero cuando lo olvidamos, solo nos quedan
retazos: pequeñas pistas, huellas, traumas y emociones que emergen como rumores
desde esos otros espacios. Y es esa desconexión la que nos da la sensación de
que el tiempo se escapa de las manos, que no es suficiente.
Sin embargo, la vida está lejos de ser corta si nos detenemos a comprenderla
en su totalidad. Quizá, si lográramos ser más conscientes de toda nuestra
existencia, abarcaríamos la inmensidad de lo vivido. Cada instante, cada
pensamiento, cada sueño e idea formarían parte de una realidad más rica y
profunda. Entonces, la vida sería infinita, un tapiz tejido con matices que se
entrelazan, se solapan y nos enriquecen de maneras que a menudo pasamos por
alto.
¿No será que vivimos más en esas dimensiones intangibles que en el simple
conteo de días y horas? ¿No será que el tiempo no existe?
David, Alicante, noviembre de 2024.
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